El año pasado la hice un libro con sus primeras fotografías y la encantó, está deseando quedarse con mi cámara y hacer fotos, es más, las que aquí se pueden ver las hizo esta Semana Santa en el pueblo.
La única pega que tiene es que pertenece a la generación de la fotografía digital y se puede poner a sacar fotos y fotos sin parar, luego viene el elegir con cuales se quiere quedar.
Ahora, cuando la hablé de mi blog de fotografía, me ha pedido que quiere tener el suyo y no me ha quedado otra opción que prometerla que en cuanto cumpla los diez años tendrá su blog y que yo la ayudaré a ir escribiendo y poniendo fotos.
Ya se que es amor de padre y que eso me puede más que nada, pero, por favor, ¿no me digáis que no es para estar orgulloso de mi hija Lydia?
Bueno, amigos, espero que en breve pueda poner yo alguna fotografía mía, pero mientras no haga o no encuentre las apropiadas para poner aquí.....,
es probable que vuelva a poner alguna de mi hija.
La cámara en manos inocentes canta: canta su propia inocencia, objeto inerte al fin, y la de las manos, maravillosamente inexpertas, tan ajenas a la crítica que casi forman parte de la escena misma.
ResponderEliminarA veces quisiera yo que mi hijos no crecieran, que permanecieran siempre mágicos, puros, transparentes. Pero en eso no puedo elegir, y lo único que puedo intentar es que sus pequeñas experiencias los conduzcan de forma elegante y enriquecedora al mundo cada vez más complejo de los adultos. Imagino yo que una cosa así pasa con la pequeña Lydia. Hoy una cámara de Hello Kitty. ¿Mañana quién lo sabe? Pero por lo pronto, lo más importante es que se dé el gusto de retratar su mundo, y nosotros, los viejos, nos maravillemos de su intención y de sus logros.
¡Sigue, Lydia! ¡Muéstranos tu mundo!